Ser mamá es un trabajo de tiempo completo… ¡y sin días libres! Desde que amanece hasta que cae la noche (y muchas veces en medio de la madrugada), estás ahí: preparando desayunos, cambiando pañales, organizando mochilas, calmando llantos, ayudando con tareas y repartiendo amor como si tuvieras una fuente inagotable, pero ¿alguna vez te has detenido a preguntarte cómo estás tú?

Aquí es donde entra algo que debería convertirse en un hábito maravilloso y necesario: el autocuidado materno. No, no es egoísmo. No es abandono. Y definitivamente no es un lujo. Es una forma sabia y poderosa de demostrar amor. Porque cuando tú estás bien, todo tu universo (tu pareja, tus hijos, tu casa, tu trabajo) también lo está.

¿Qué es el autocuidado?

Autocuidarte significa que te das permiso para sentir, descansar, comer bien, respirar, reír y recargar energía. Es darte tiempo para ti sin culpa. Es recordar que tú también importas.

No necesitas escaparte un fin de semana entero a un spa (aunque si puedes, ¡hazlo!). El autocuidado también está en las pequeñas cosas:

  • Tomarte un café caliente sin interrupciones.
  • Leer unas páginas de un libro que te gusta.
  • Darte una ducha larga con tu música favorita y flores de lavanda.
  • Tomar clases de algo que te apasione 
  • Pasear un rato a solas disfrutando de la vista
  • Llamar y salir  con las amigas aunque sea solo para platicar.

Mamá feliz, familia feliz

Puede sonar a cliché, pero es real: los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Si te ven agotada, estresada y con la “mecha corta”, no entenderán que eso es por amor, sino que mamá está siempre cansada o irritable. En cambio, si te ven cuidándote, poniendo límites sanos, pidiendo ayuda y disfrutando tu tiempo, aprenderán que cuidarse está bien. Y eso es una lección de vida poderosa.

Además, el autocuidado mejora tu salud física, mental y emocional. Dormir bien, comer saludable y darte respiros reduce el estrés, mejora tu paciencia y fortalece los vínculos con tus seres queridos.

¿Y la culpa?

Esa vocecita interna que te dice “¿En serio vas a descansar mientras los niños te necesitan?”… Ignórala. No tiene razón. Cuidarte no te aleja de ellos, te acerca con más energía y cariño. No los estás abandonando, ellos estarán bien. Si puedes, planea las cosas con tiempo para que estés más tranquila y puedas hacer los arreglos necesarios. También se vale aprovechar las oportunidades que a veces se nos presentan.

Imagina que le hablas a tu hija. ¿Le dirías que está mal descansar o cuidarse? o ¿Que está mal reir un poco con las amigas? ¿Verdad que no?  Estoy segura que le ayudarías a buscar la mejor manera de encontrar un equilibrio entre el arduo labor de ser mamá y no perderse a sí misma en el intento.

Pequeños pasos, grandes cambios

No se trata de hacer una transformación radical. Puedes empezar con acciones chiquitas, pero constantes, así:

  1. Haz una lista de cosas que te gustan o te relajan. 
  2. Escoge una al día. 
  3. También puedes agendar tu tiempo para ti, como si fuera una cita importante (porque lo es).  
  4. Cúmplete ese espacio contigo misma.

Regálate tiempo de calidad, date permiso de disfrutar de las cosas. Y si puedes, pide ayuda. Nadie puede con todo sola, y está bien. Involucrar a la pareja o a un acompañante cercano en este proceso es fundamental.

Recuerda: Cuidarte es cuidar también de los que más amas. Necesitas estar bien para continuar dando lo mejor de ti. 

No necesitas ser una mamá perfecta. Solo necesitas estar presente, feliz y conectada contigo misma. Porque tú también eres importante. Y porque una mamá que se cuida, enseña a amar con el mejor ejemplo: el del amor propio.

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