Aunque nos duela, la muerte de una mascota presenta una buena oportunidad para que el niño vaya aprendiendo acerca de la muerte. Si bien a nosotros los adultos nos cuesta hablar de la muerte, los niños no tienen las mismas inhibiciones. Tienen un enfoque más concreto y natural.
Es probable que los niños de entre 3 a 5 años de no presenten una reacción afectiva muy fuerte, en cambio en niños de entre 6 a 12 años de edad podemos observar que se sienten más afectados emocionalmente. Su curiosidad y sus preguntas ante la muerte de la mascota merecen una respuesta sincera, directa y concreta.
Es aconsejable tomar el tema con naturalidad y no desperdiciar las oportunidades de contestar las preguntas de los niños, no evitarlas pensando que ni no hablamos del tema se van a olvidar rápido.
Sentimientos
Antes que nada, compartir el dolor: “A veces ocurren cosas tristes y perdemos a seres queridos, pero juntos lo vamos a superar”. Que el niño sepa que es normal sentirse triste, que no es “una pavada”, que nunca se debe sentir avergonzado por llorar o por su dolor ante la pérdida. ¡ Abrazos y demostraciones físicas de afecto siempre ayudan!
A los niños no les sirve que corramos a cambiar el pececito por uno nuevo para que no se den cuenta. Es útil hablar de los que sentimos, o de lo que suponemos que ellos pueden estar sintiendo, y reconocer el dolor que produce la pérdida de alguien a quien queríamos. A ellos no les sirve que digamos que todo está bien cuando no lo está. Eso los confunde y dejan de preguntar, y se quedan solos con sus preguntas y su dolor.
Ante una muerte, es esperable que el niño se sientan triste, llore, se enoje, se sientan culpable (“yo no lo trataba bien, a veces me olvidaba de darle de comer”). También puede tener miedo de que nos pase algo a nosotros o a ellos mismos.
Es importante recordarles que ellos no hicieron nada para que el animalito muriera, que no es su culpa, y que tampoco se puede hacer nada para que vuelva a vivir. Recordar que los niños pequeños son “egocéntricos” y piensan que son los causantes de todo lo que pasa a su alrededor, tanto bueno como malo.
En el caso de que el niño tuviese miedo de que algo le pase a mamá o papá, es importante repetirle que nosotros estamos bien, que nada malo nos va a pasar, y que estamos aquí para cuidar de ellos.
¿Cómo explicar la muerte?
De la manera más sencilla y concreta posible. Se puede decir “que el cuerpo del pececito ya no podía vivir”, “que su corazón se detuvo”, “que ya no respira”, “que su cuerpo ya no funcionaba”, “que estando muerto no siente dolor”.
Evitar expresiones como “se fue a dormir” o “ya no está más con nosotros” (y hacerlo desaparecer), ya que puede crear mucha confusión y temor con respecto a lo que significa irse a dormir.
Ceremonias y rituales
Es una buena idea hacer un tributo a la mascota que murió. Las ceremonias y los rituales siempre ayudan a dar un cierto cierre ante una pérdida y permiten seguir adelante.
- Se puede hacer una breve ceremonia de entierro (escribir el nombre del animalito en algún cartel es significativo), donde también se puede plantar semillas de flores o plantitas.
- Se puede hacer un álbum de fotos juntando todas las fotos que se tienen de la mascota con diferentes miembros de la familia y en diferentes situaciones.
- Sugerir a los niños que hagan un dibujo de su mascota. El dibujar es terapéutico y permite canalizar sentimientos a través del cuerpo (las manos).
- Se puede proponer que cada integrante de la familia escriba en un papel pequeñas cosas significativas que vivieron con la mascota. Los adultos pueden escribir por los niños que todavía no escriben.
Se puede explicar que la mascota que ya no vive, sin embargo sigue con nosotros en el recuerdo de los momentos felices que vivimos juntos. Sigue acompañándonos “desde adentro de nosotros”.
Y ahora, a jugar o a salir a tomar un helado, que la vida continúa.