Mis sentimientos

El primer día de escuela suele provocar en el niño una variedad de sensaciones diversas, que varían según la edad: 

  • Miedo a un lugar desconocido (es menor si la escuela es la misma del año anterior, pero el aula puede ser diferente), miedo a personas desconocidas (tanto adultos como niños), miedo al escuchar a otros niños llorar, miedo a que la maestra no sea buena conmigo, miedo a que mi mamá me abandone aquí y no me pase a recoger, miedo a que no me den de comer o de no poder tomar agua, miedo a no saber cómo pedir ir al baño, miedo a utilizar un baño desconocido, miedo a mi integridad física (que otro niño me pegue).

Los miedos varían según la edad y el temperamento del niño. Según las características de su temperamento (que son ciertas tendencias con las que el niño nace), algunos niños se sienten más a gusto con el desafío que implica entrar en una situación nueva o un cambio, y lo aprovechan como una ocasión para explorar. 

Mientras que otros, ante lo nuevo, se retraen y les requiere un esfuerzo mayor sentirse a gusto en esta nueva situación. Estos niños van a requerir mayor preparación previa y más tiempo para adaptarse a lo nuevo. Es importante que los padres respetemos a nuestros niños en su particularidad, tratando de no compararlos con el del vecino, que parece adaptarse a todo con mayor facilidad. Nosotros los adultos también reaccionamos ante lo nuevo de diferentes maneras, muchas veces también determinadas por nuestro temperamento o por experiencias previas.

¡Pero no todo son sentimientos de temor el primer día de escuela! También están presentes otros sentimientos:

  • Sentimientos de excitación e intriga ante lo nuevo, ganas de explorar un nuevo lugar con juguetes o actividades que se ven divertidas. Interés en otros niños, en conversar o jugar con ellos (según la edad). Ganas de ser independiente de mama/papa, ya que este es mi espacio y quiero sentirme que soy un niño grande. Interés por conocer este aula nueva que se ve atractiva y a mi nueva maestra, que parece muy dulce y simpática. Entusiasmo por usar mi mochila y todas las cositas nuevas que tengo adentro. Interés por complacer a mama y a papa, que parecen muy entusiasmados con que yo este aquí contento. 

Nuevamente, según la edad del niño y en términos de tendencia general, los pequeños menores de tres años suelen tener mayor dificultad para separarse de sus padres y comprender que ellos los van a pasar a recoger más tarde y no los van a abandonar. La ansiedad de separación en muy fuerte entre el año y los tres años de edad. El niño va a requerir experiencias repetidas antes de realmente comprobar que sus padres no lo van a abandonar aquí. A esta edad, y también más tarde, la relación de confianza que establezca con la maestra es fundamental (y es esencialmente rol de la maestra).

La importancia de la preparación previa

Es una buena idea que los padres preparen al niño para su primer día de escuela con cierta anticipación. ¿Cuánta anticipación? Esto dependerá un poco de la edad del niño, pero algunos pocos días pueden ser suficiente. No insistir en recordar al niño lo poco que falta para el primer día, ya que no queremos exacerbar la ansiedad innecesariamente. Sí sería beneficioso que servirnos de ciertos rituales que ayudan en la transición, por ejemplo: 

  • Conversar con el niño acerca de todo lo divertido que puede ser ir a la escuela, haciendo hincapié en lo que a el le interesa: va a encontrarse con su amiguito Julio y van a poder jugar juntos, va a poder dibujar y crear todo tipo de cosas con pinturas y materiales diferentes, podrá tirarse por ese tobogán que le gusto tanto y usar las hamacas/columpios, va a poder jugar con todos esos juguetes atractivos que vieron en la clase cuando fueron de visita.
  • Visitar previamente el colegio es fundamental. Conocerlo por afuera y por adentro. Conocer a la maestra (tanto mamá/papá como el niño), interactuar con ella, que mamá y papá puedan hacerle todas las preguntas que puedan tener. Que el niño pueda pasar pequeños ratos en la clase con mamá y la maestra presente, aunque sea 10 minutos más de una vez. Que estos momentos breves de entrar a la clase en presencia de los padres se repitan algunas veces, antes de que el niño se quede solo con la maestra, sería ideal, especialmente cuando se trata de niños pequeños. Esto se puede hacer, por ejemplo, una semana antes de que el niño comience a quedarse solo.
  • Que el niño contribuya en la divertida tarea de elegir sus útiles escolares, su mochila, su vasito de agua, su cajita donde llevara el almuerzo, pudiendo elegir los que mas le gustan y entusiasman.
  • Que mamá/papá expliquen al niño repetidas veces, que él va a pasar un rato muy divertido con la maestra y sus compañeritos, pero que luego papá/mamá/la abuela lo van a pasar a buscar para volver a casa (es importante decirle quién). Se le puede decir “cuando te despiertes de la siesta”, “cuando termines el almuerzo”, “cuando estén jugando en el parque”, para que él pueda anticipar el momento y tener cierto manejo del tiempo.
  • La actitud positiva y entusiasta de los padres en el momento de la despedida es fundamental para el niño. Si los padres se ven felices y seguros, esto le indica al niño que ellos confían en el lugar donde lo dejan y que piensan que es algo bueno, lo cual le da al niño mayor seguridad y fortaleza para enfrentar la separación. 
  • Si tanto mamá o papá sufren de ansiedad ante la idea de separarse del niño y alguno de los dos no logran demostrar una actitud positiva, quizás pueden elegir cuál de los dos sea el más apto para llevar al niño a la escuela. Por lo menos hasta que el niño pase por el primer periodo de adaptación. 
  • Que la despedida sea un ritual que se repita en forma parecida todos los días. Por ejemplo: Mamá o papá le dan un abrazo/beso al niño luego de saludar a la maestra, le dejan saber que va a pasar un día muy divertido jugando y que luego de que duerma la siesta lo pasará a buscar mamá para llevarlo a casa. Con una gran sonrisa, lo dejan de la mano de la maestra y se retiran. Quedarse/irse/volver/ sólo alarga el momento y crea mayor ansiedad en el niño. Repetir este ritual todos los días de la misma manera.
  • La buena comunicación con la maestra es fundamental para que los padres se sientan seguros e informados acerca de lo que ocurrió durante el día. Esto es necesario, no sólo recomendable, para que ellos puedan hablar con el niño acerca de las cosas que ocurrieron en la escuela durante el día.
  • Es recomendable que, sobre todo al niño pequeño, se le permita llevar de casa algún objeto que quiera tener en sus manos, en el bolsillo o en la mochila. Puede ser un inconveniente para la maestra, pero es importante para el niño porque este objeto lo une a su mamá/casa y le hace sentir seguridad, lo ayuda en la transición, lo acompaña cuando se siente solo y extraña. 
  • No enojarse con el niño ni con nosotros mismos si el niño llora o protesta en el momento de la despedida, a pesar de haber seguido todos estos pasos. Llorar y protestar ante la separación de los padres es una reacción normal en los niños de edad preescolar. Continuar con una actitud positiva y dejarlo en manos de su maestra, si el niño debe quedarse en su escuela. El llanto y la protesta en el momento de la despedida pueden durar meses. Lo importante es que el niño pueda superar esto luego de algunos minutos y disfrutar o participar de las actividades el resto del día con alegría y curiosidad exploratoria. Repito, no enojarse con el niño por esta expresión de sentimientos. No lo hacen para hacernos las cosas más difíciles sino porque no pueden controlar la angustia, incomodidad o inseguridad que les genera la separación. Si es importante obtener un relato sincero de parte de la maestra acerca de cómo pasó el resto del día.

El reencuentro

El momento del reencuentro es importante para el niño, ya que, si bien se divirtió y trabajo, también hizo esfuerzo para aguantarse las ganas de volver con mamá/papá, y estuvo esperando ese momento. Es el momento de darle toda nuestra atención, mostrarte nuestra alegría al volver a verlo y darle muchos mimos (contacto físico). Se le puede decir que uno estuvo pensando en él y que lo extrañó, que ayuda a poner en palabras lo que el niño seguramente también sintió.   

 

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