¿Podemos llorar los niños?

  • “El otro día me puse a llorar en el parque y una nena vino y me dijo que los varones no lloran. Yo hice fuerza para no llorar, pero las lágrimas me salían solas porque me dolía la pierna. Me sentí avergonzado, que se estaban riendo de mí.”
  • “Me quedé a dormir en la casa de los abuelos el fin de semana. Me gusta mucho pasar tiempo con mis abuelos. Mi abuela me cocina panqueques con miel y mi abuelo me lleva a caminar. Pero a la noche me acordé de mamá y papá y me dieron ganas de estar con ellos y en mi cama. Entonces, sin que yo quisiera, me puse a llorar y dije que quería a mi mamá. Mi abuela trató de consolarme abrazándome y explicándome que mamá y papá vendrían por mí mañana. El abuelo, en cambio, me dijo que los varoncitos no lloran, que eso es cosa de nenas, que yo tengo que ser fuerte y valiente como papá y como él.”
  • “A papá no le gusta que llore. Se enoja conmigo. Me dice que tengo que aprender a ser fuerte y aguantarme las cosas como un hombre. Que eso de llorar es de debiluchos y que no quiere verme más llorar o me va a poner en penitencia. No me gusta que papá se enoje conmigo, así que cuando siento ganas de llorar me escondo, trato de irme donde nadie me vea o hago mucha fuerza para aguantarme las lágrimas. Es como si me las tragara y se fueran al estómago. A veces después me parece que me duele la panza. 

Suprimir los sentimientos “malos”

Todo lo que sentimos vale, no hay sentimientos malos o buenos. Uno no puede decidir qué sentir y qué no sentir, excepto que desde niños nos hayan entrenado para esconder ciertos sentimientos, hasta el punto en que ya automáticamente no los reconocemos ni los podemos nombrar.

Lamentablemente, todavía hay ciertos resabios del pasado, en mensajes dirigidos hacia ambos géneros, tales como “Los varoncitos no lloran” o “las niñas deben verse siempre lindas y con una sonrisa en la cara, nunca enojadas”. Ambos llevan al mismo lugar: un adulto que aprendió a suprimir ciertos sentimientos hasta el punto en que ya no los reconoce ni los acepta en sí mismo ni en otros (El hombre, debilidad, la mujer, ira y enojo),

Si bien nuestra sociedad ha cambiado mucho con respecto a lo que se espera del rol del hombre y del de la mujer, todavía podemos escuchar estos mensajes dirigidos a los niños dependiendo de su género. Son sumamente dañinos, ya que si el niño los escucha en forma consistente, aprende que esos sentimientos son “malos”, los tiene que esconder, y finalmente ya no los reconoce más, pues ya no son nombrados. 

Sentimientos que son considerados “malos” por ciertos adultos son el temor, la pena, el enojo, la frustración, la tristeza. 

La mala noticia es que por más que el niño ya no pueda reconocerlos, éstos no desaparecen mágicamente, sino que se van acumulando dentro del niño y luego explotan como si fuese un volcán. Pero se expresan en forma disfrazada: pegando a otros en el colegio, temores inexplicables a la noche, conductas desafiantes, ataques de ira, agresión hacia sí mismo o hacia los demás. También se expresan en el cuerpo, en forma de dolores de panza, dolores de cabeza, accidentes frecuentes, contracturas musculares. En el adulto, depresiones, adicciones, conductas antisociales, enfermedades psicosomáticas como gastritis, dolores de cabeza, etc.

Todo lo que sentimos vale

En definitiva, el mensaje que el adulto debería poder dar al niño respecto de los sentimientos, es el siguiente:

  • Todo lo que sentimos es válido. 
  • No hay malos sentimientos.
  • No podemos decidir qué sentir y qué no sentir, ni dejar de hacerlo
  • No hay que esconder lo que uno siente
  • Mamá y papá nunca te van a juzgar ni criticar por lo que sentís
  • Mamá y Papá vamos a tratar de ayudarte a poner en palabras lo que sentís
  • Lo que sentimos se expresa en el cuerpo. Si estamos tristes, podemos llorar (y después hasta nos sentimos mejor!), si estamos enojados, nuestro ceño está fruncido y la cara muy seria, quizas sentimos calor y mucha molestia. No tenemos que luchar contra esto, sino tolerarlo, respirar hondo, hablar con mamá/papá, confiar en que y me voy a sentir mejor. 
  • Ningún sentimiento debe darnos vergüenza. Ningún niño debe ser humillado por sentir de cierta manera. Sí puedo ayudarlo a considerar otro punto de vista que lo ayude a sentirse mejor.
  • Si algo me hace sentir incómodo, siempre puedo decir “esto no me gusta”, ni importa a quién sea.
  • Mamá y papá siempre me van a seguir queriendo porque no hay sentimientos que ellos consideren equivocados.
  • El sentirme de cierta manera NO me da derecho a hacer daño a otros o destruir cosas.

Sentir no es actuar

Junto con esta premisa, es muy necesaria también la enseñanza de que puedo sentir, desear e imaginar todo lo que quiera. Pero algo muy distinto es hacer o decir lo que quiera. jEsta diferencia es fundamental!

Enseñamos al niño que puede sentirse muy enojado pero no puede ir a pegarle una piña a papá o al hermano.

Enseñamos que no hay nada malo en ponerse a llorar en la clase porque la maestra hizo algo injusto, pero no se puede ir a decirle “Usted es una estúpida y está equivocada”.

Se trata de ayudar al niño a tolerar sus emociones y a encontrar vías adecuadas de expresión, descarga o elaboración (con las que nadie se perjudique).

Podemos decidir qué hacer o decir, ¡y eso nos da total libertad para sentir! 

Tanto niños como niñas necesitan que su necesidad de llorar sea aceptada por el adulto, pues siempre hay una razón válida para sus lágrimas. Puede parecernos una nimiedad a los adultos, pero para ellos es algo importante y merece respeto. Si sabemos la razón de su llanto, podemos ponerla en palabras, y si no la sabemos, podemos estar junto a ellos para abrazarlos y ofrecer consuelo.

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