¡Todos nos equivocamos! Así aprendemos los adultos, por ensayo y error. En nuestra sociedad, cuando transgredimos las reglas, en general debemos corregir, enmendar o reparar las consecuencias de nuestra transgresión. Si causo daño o destruyo algo, debo intentar revertir o compensar por los daños que causé.
Los niños de a poco también tienen que ir aprendiendo esta importante lección para vivir en sociedad. Para ello, van a necesitar la presencia y la guía de un adulto que los ayude a identificar las consecuencias de sus actos, y que los guíen en el proceso de “Reparar” aquello que no salió bien de una forma realista, lógica y acorde a su edad. Este es mucho mejor camino que el de las “penitencias” o “castigos”. Reparar un error puede comenzar por “pedir perdón” al damnificado.
Veamos ejemplos de situaciones que pueden surgir:
- Martín rompe un libro que le prestó su amigo por dejarlo tirado en el piso en forma descuidada. Los padres le hacen notar cómo su conducta contribuyó a que se rompiera el libro y le dan los materiales necesarios para que lo pueda arreglar. Quizás tengan que ayudarlo si no tiene la capacidad para hacerlo solo, con lo cual esto lleva trabajo de parte del adulto. Sería más fácil decirle no va a poder mirar televisión, pero el niño no aprende su lección de esa manera. Antes de devolver el libro, puede pedirle perdón a su amigo y explicarle lo que ha hecho para solucionarlo.
- Daniel patea la torre de bloques que ha construido su compañero en la escuela. La maestra se lo hace notar, le explica que el otro niño pasó mucho tiempo construyendo esa torre. Lo puede instar a que pida perdón y luego construya nuevamente la torre para el otro niño.
- Cuando Diana empuja o golpea a otra niña, mamá le hace notar el llanto de la otra niña y el dolor que le causó. Luego puede instar a Diana a pedir perdón y a hacer algo por la otra niña (preguntarle si está bien, prestarle su juguete, convidarle un snack).
- Mateo ignora las advertencias de su mamá de que no juegue con el vaso de jugo, y éste se derrama sobre el suelo. En vez de mandarlo a su habitación en penitencia, mamá lo hace limpiar el suelo. Quizás lo tenga que ayudar. ¡Ahora entiende el trabajo que da limpiar tanto líquido! Quizás vaya a tener más cuidado la próxima vez.
Si el niño es muy pequeño y se rehúsa a pedir perdón o a realizar otras acciones, es importante que el padre/madre las modele él mismo mientras el niño observa y coopera, aunque sea un poco. Es decir, el padre/madre piden perdón por el niño a quien corresponda y luego ayudarán al niño a limpiar el “desastre” producido. No se puede obligar al niño a pedir perdón si no quiere. Luego mostrarle las consecuencias de sus actos e instarlo a colaborar en la reparación. ¡O por lo menos que observe el desarrollo de la situación y las acciones de mamá y papá! El adulto está modelando para el niño la manera “correcta” o “ética” de comportarse. Confiar en que el niño está absorbiendo esta escena y aprendiendo.
Tener en cuenta que es alrededor de los seis años que el niño empieza a incorporar las reglas de los que se puede y no se puede hacer. Es un gran salto en el desarrollo de la conciencia moral.
Instar al niño pequeño a “reparar” y compensar su error es la mejor consecuencia que podemos establecer. ¿Por qué? Porque permite al niño comprender las consecuencias negativas que su conducta produjo, pero al mismo tiempo le permite mantener una posición activa al reparar, arreglar, hacer mejor aquello que salió mal. Le permite entender las consecuencias de sus actos al tener que pasar tiempo y esfuerzo reparando, pero le otorga un lugar activo, de ayuda, de ejecución, que impacta su autoestima de manera sana y lo hace más permeable a no querer cometer ese error otra vez.
Este proceso puede comenzar con “pedir perdón” al damnificado, pero ese es sólo el primer paso. Lo que sigue es ofrecerme a “arreglar lo que hice mal”. Por supuesto que la guía en este proceso es el adulto que acompaña al niño y lo insta a realizar estas acciones. ¡Esto no surge naturalmente! Es producto de que el niño haya observado a sus padres pedir perdón a él o a otros, y que a su vez ellos lo guíen cuando surja una situación en que le toque a él hacerlo.
Pedir perdón al niño
Partimos entonces de la premisa de que somos modelo para el niño. Si el niño llora o se lo ve ofendido por algo hiriente que hemos dicho o hecho, al perder la paciencia o dejarnos dominar por la frustración, es importante reconocer el error propio frente al niño y pedir perdón. No tiene que ser en el momento en que los ánimos están exaltados, pero sí más tarde. Los padres vamos a cometer errores. La enseñanza se produce en la manera en que como adultos enfrentamos esos errores frente al niño.
Una buena manera de hacerlo, es describiendo al niño lo que pasó más tarde, cuando los ánimos estén calmados y haya tiempo de reflexionar. Describimos cómo el niño se comportó, cómo nos alteramos frente a esto y quizás gritamos descontroladamente, que nos arrepentimos de haber gritado tanto y que se haya asustado, y que vamos a tratar de tranquilizarnos mientras él aprende a ordenar (por ejemplo), pero que necesitamos de su cooperación también. La historia, la narrativa, da sentido a lo que pasó
No vale no decir nada, quedarse con la culpa, y llegar mañana con un regalito para el niño, ya que ahí no hay aprendizaje para nadie.
En esta escena, el niño aprendió que mamá y papá pueden cometer errores y arrepentirse, pero también saben pedir perdón, explicar por qué pasan las cosas y tratar de mejorar.