Las fiestas navideñas y las vacaciones se sienten como un abrir y cerrar de ojos. Apenas estábamos decorando el árbol, organizando cenas, viendo las caritas emocionadas de los niños al abrir regalos, y, de repente, ¡todo terminó! Las luces se apagan, las vacaciones se acaban para algunos y, casi sin aviso, la vida vuelve a la rutina. Con niños pequeños, este cambio puede ser un torbellino.
Pasar de días llenos de emoción, horarios relajados y momentos especiales, a madrugar y correr para llegar a tiempo al trabajo, la escuela o la guardería, puede ser un ajuste difícil. Los niños, acostumbrados al desorden divertido de las fiestas, sienten el cambio abrupto, y eso se nota en su actitud. Pueden estar más cansados, irritables o simplemente confundidos por regresar de repente a los días “normales” sin tanto alboroto festivo.
Como padres, tampoco es fácil. Apenas estamos procesando el fin de las fiestas cuando ya tenemos que armar mochilas y preparar loncheras. En otros lugares, aunque sigan en periodo vacacional, regresan al ajetreo del día a día después de toda la emoción decembrina. A veces, no hay tiempo ni para organizar la casa antes de que todo arranque otra vez. La sensación de no haber descansado lo suficiente puede hacernos sentir más agotados de lo habitual.
El truco está en darle a todos un poco de paciencia, especialmente a los niños. Ellos también necesitan tiempo para adaptarse. Retomar rutinas conocidas, como los horarios para comer, dormir y jugar, les ayuda a sentirse más seguros.
Aunque el regreso a la normalidad sea rápido, pequeños momentos tranquilos, como leerles un cuento antes de dormir o dedicar unos minutos a abrazarlos por la mañana, pueden marcar la diferencia.
Es importante darnos permiso para tomar las cosas con calma. Los padres también necesitan tiempo para reorganizarse, es normal sentirse un poco abrumado después del acelere de estas fechas. No todo tiene que volver a estar perfecto en un solo día. Si la casa sigue con un poco de desorden post-fiestas, no pasa nada; lo importante es que poco a poco todo vuelva a su lugar. Respira y tente paciencia.
Así es la vida con niños pequeños: un constante ir y venir entre el “caos” y la rutina. Y aunque los días normales no tengan el brillo de las fiestas, tienen su propia belleza. Son esos días comunes los que construyen los recuerdos más cálidos, los que nos enseñan a disfrutar lo simple y a valorar el tiempo juntos, incluso en medio del regreso acelerado a la normalidad.