Niño: Mientras yo jugaba, mamá y papá miraban las noticias. Ellos creían que yo no escuchaba, pero yo siempre estoy pendiente de lo que ellos dicen, y cada vez entiendo más cosas, muchas más de lo que ellos creen. En las noticias hablaban de un virus, de mucha gente muriéndose, de mucho peligro, y todos sonaban muy preocupados y serios. También llegué a ver unas imagenes de unas personas tiradas en camas en un hospital, mientras decían en el noticiero que estaban muy enfermas. Yo me asusté mucho pero no dije nada, porque papá y mamá se enojan conmigo cuando miro cosas que “son de grandes”. Pero ahora es la hora de ir a dormir y no me quiero ir a la cama solo. Me vienen a la cabeza las imágenes de esos enfermos en las camillas. Tengo mucho miedo de que me enferme yo y terminar así, o de que se enfermen mamá y papá, y yo me quedo solo sin nadie que me cuide. Ahora me retan y me dicen que ya estoy grande y que ya sé cómo dormirme solo. Yo sólo sé que tengo miedo y muchas preguntas.”
(En este ejemplo, estamos imaginando a un niño probablemente mayor de cinco años. Un niño más pequeño, quizás presienta el miedo y la preocupación del ambiente y de las personas que lo rodean, pero probablemente no llegue a ponerle nombre a la situación ni tenga preguntas. Todavía no sabe nombrar lo que ocurre.)
Los niños y las malas noticias
Escuchar noticias o ver imágenes acerca de eventos desagradables, como la existencia de una pandemia, ataques terroristas, desastres naturales (huracanes, terremotos), o la explosión de una bomba, puede tener en los niños un impacto muy fuerte. El impacto es más fuerte si ha visto imágenes impactantes de alguno de estos sucesos. La imagen tiene un efecto muy fuerte en el niño, pero eso es mejor evitar estas situaciones.
Un efecto muy común es que el niño comience a preocuparse y a sentirse ansioso de que algo parecido pueda pasarle a él o a sus seres queridos. El niño ha perdido temporalmente su sentido de seguridad.
Por más que los adultos tratemos de evitar hablar de temas difíciles frente a los niños, a veces esos temas nos tocan a todos como comunidad, como en el caso de una pandemia donde se requiere aislamiento social y requiere explicaciones, o en ocasiones en las que el niño ha escuchado hablar de cierto tema en el colegio entre sus amiguitos, o ha mirado las noticias sin que sus padres se den cuenta de que el niño estaba prestando atención.
En estos casos, los padres podemos ayudar a los niños a procesar estas historias o imágenes perturbadoras. Si no hablamos de ellas, el niño puede quedar con una información errada acerca de cierta noticia, y lo estaremos dejando solo a merced de sus miedos y angustias, a veces exageradas e injustificadas.
Que el adulto pueda dar palabras a los pedazos de información que el niño escuchó o vio es fundamental. El silencio no hace que el niño se olvide, aunque creamos creer eso, sino que deja al niño solo con sus temores, a merced de su imaginación, creyendo que hay algo oculto y prohibido y un tema del cual presiente que no se debe hablar.
Hablar con ellos acerca de lo que vieron o escucharon nos da la oportunidad de comunicar información verídica, apropiada para su edad, y ofrecerles el apoyo que necesitan para poder lidiar con sus emociones. A su vez, enviamos el mensaje de que los padres estamos disponibles para escuchar “cosas feas”, que pueden venir a hablarnos de lo que les preocupa y que haremos lo posible para escucharlos y contarles la verdad, adaptada a su edad.
Estamos estableciendo una base de confianza para muchas conversaciones futuras.
Cómo guiar la conversación:
- Cuando un niño parece nervioso, preocupado, muy serio, o angustiado, es una buena idea preguntarle si “hay algo que le preocupa”, si “hay algo que ocupa su cabecita y no lo deja tranquilo”, si hay algo “en lo que anda pensando”. Nuestra curiosidad es fundamental. Tener en cuenta que el niño pequeño quizás no nos sepa decir qué le ocurre, con lo cual siempre ayuda saber si estuvieron hablando de algo en particular en el colegio, si sonó la alarma de incendios, si hicieron una práctica de cómo protegerse ante un tiroteo, algo si le pasó a un compañerito, etc. Otras veces, nos resulta fácil deducir que escucharon nuestra conversación o las noticias. Allí entonces contamos con más información.
- Puede ayudar pensar lo que uno querría decirle al niño de antemano. Se puede practicar mentalmente o conversar el tema con otro adulto. A veces planear de antemano puede hacer la conversación más fácil, hacernos sentir más seguros, especialmente si el tema tiene una carga emocional fuerte para nosotros también.
- Buscar un momento en el que el niño esté tranquilo y podamos contar con su atención. Preguntar primero al niño qué es lo que escucho y qué es lo que sabe acerca del tema (por ejemplo: qué es lo que saben acerca de lo que es una epidemia, o un virus, o una bomba que ha explotado en otro país). Se puede preguntar “¿qué es lo que escuchaste acerca de esto?” (utilizando las palabras que él utilizó para preguntarnos), y luego escuchar atentamente lo que dice.
- Es importante alentar al niño a hablar de aquello que lo asusta. Sólo así podremos ayudarlo a lidiar con sus temores y a recuperar su sentido de seguridad. Por más que se trate de un desastre natural sobre el que no tengamos control.
- La información que tiene será nuestro punto de partida. No queremos dejar al niño sin respuesta ni dar demasiada información que el niño no requiere. Nada de detalles escabrosos o gráficos, ya que el niño no los necesita. Esos los discutimos con otro adulto si nosotros tenemos la necesidad de hablar de ello.
- Es importante decir la verdad, y hablar de los hechos según la edad del niño y su nivel de entendimiento. Queremos ser honestos y ayudar al niño a sentirse seguro sin dar información por demás. Una guía pueden ser las preguntas del niño. Si él no pregunta más ni parece interesado, puede ser que ha hayamos explicado lo suficiente.
- A veces, la respuesta a sus preguntas puede ser “no lo sé”. Por ejemplo: “¿mami, por qué esta gente mala quiere hacer daño a otros?”, nuestra respuesta puede ser “no lo sé”. También sirve para situaciones demasiado complejas para que el niño las pueda entender (ej: terrorismo).
- La preocupación principal del niño pequeño en general es: ¿Puede pasarme algo a mí o a mis padres?. La respuesta debe ser honesta, pero a su vez debe infundir en el niño la sensación de seguridad, de protección, de que los adultos que lo cuidamos estamos tomando todas las medidas necesarias para que nosotros y él estemos a salvo, y de que él no se tiene que preocupar por eso, pues para eso estamos nosotros los grandes. Es probable que tengamos que repetir esta misma explicación varias veces, en distintos momentos, en diferentes circunstancias. La repetición es importante y de a poco va elaborando el niño sus temores.
- Recordarle que siempre que necesite, puede volver a preguntarnos sobre el tema. Recordarles que los queremos mucho y dar un fuerte abrazo. El abrazo transmite un sentimiento de protección, cuando lo acompañamos con palabras verdaderas y adecuadas.