Cuando los pequeños empiezan a darse cuenta que sienten algo más que felicidad o tristeza están dando un paso gigantesco en su vida emocional. De hecho, según las investigaciones realizadas por el National Scientific Council on the Developing Child, el desarrollo emocional temprano influye en el cerebro y en cómo los niños se relacionan, aprenden y sienten confianza. Esto significa que ayudarles a reconocer lo que sienten no es un “extra”: es una base para su bienestar.
Cuando un niño dice “me siento enojado” o “esto me asusta”, está aprendiendo a conectar lo interior con lo exterior y a entender que está bien tener emociones, a identificarlas y por lo tanto a empezar a manejarla de mejor manera.
Además, los niños que desarrollan esta capacidad tienden a tener mejores habilidades sociales, menor frustración y mayor capacidad para expresarse.
¿Cómo enseñar a un niño a expresar lo que siente sin llegar a la frustración?
Aquí te comparto algunos caminos amigables para hacerlo:
- Nombra la emoción.
Cuando ves que tu hijo frunce el ceño, respira profundo o se queda en silencio, puedes decirle: “¿Estoy viendo que te estás sintiendo… enojado? ¿O quizá algo te da tristeza?”. Esa frase sencilla le da nombre a lo que quizá él apenas está sintiendo.
- Acompaña sin juzgar.
Evita decir “no llores”, “no te enojes”, como si la emoción fuera mala. Mejor puedes decirle: “Veo que estás muy enojado, ¿quieres que te acompañe mientras volvemos a la calma?” o “Estás triste, ¿quieres que te abrace un ratito?”. Cuando los padres aceptamos las emociones, en nosotros o en nuestros hijos, estamos dando “permiso” para que ellos las sientan y reconozcan poco a poco.
- Ofrece alternativas para expresarse.
Si un niño de 3 años no sabe poner en palabras su enfado, puede “dibujar su enojo”, “hacerlo salir de su cuerpo” (por ejemplo, aplastar una almohada segura), “dar un grito en un lugar permitido”, “saltar en un trampolín” o “contárselo a una muñeca”. Estas formas creativas ayudan a que la emoción no quede atrapada y les enseña a canalizarla.
- Modela tu propia expresión emocional.
Los niños aprenden muchísimo por observación. Si tú dices “Me siento cansada” u “Hoy me siento feliz y quiero bailar un rato”, les estás mostrando que todas las emociones existen, que no hay que avergonzarse de ellas y que es normal expresarlas.
¿Qué actividades ayudan a los niños a reconocer sus emociones?
A continuación, algunas ideas que puedes adaptar según la edad, el espacio y la energía del día:
- Tarjetas de emoción caseras: Usa cartulina o fichas con caritas de “feliz”, “triste”, “enojado”, “miedo”, “sorprendido”. Entre juego y juego, haz que el niño señale la que siente. (Pueden ser caritas de nubes, animalitos o lo que prefieras).
- La botella de la calma: Llena una botella transparente con agua, glitter, lentejuelas y un poco de pegamento. Cuando el niño esté muy alterado emocionalmente, pídele que la agite, observe el glitter bajar, y respire contigo hasta que el movimiento se calme.
- Teatro de emociones: Con muñecos o títeres, representa pequeñas escenas: uno tiene miedo de la oscuridad, otro se enoja porque le rompieron un juguete, otro se alegra por un helado. Luego pregúntale: “¿Cómo crees que se siente este muñeco? ¿Y tú alguna vez te sentiste así?”
- Cuentos y preguntas abiertas: Lean juntos una historia en la que el personaje sienta muchas cosas. Al final, pregunta: “¿Por qué se sintió así? ¿Y tú qué habrías hecho? ¿Tú cómo te sentirías si fueras él?”. Esta práctica fortalece el vocabulario emocional.
- El “termómetro de emociones”: Dibuja un termómetro grande con colores: azul (tranquilo), verde (neutral), amarillo (molesto), rojo (muy alterado). Cuando el niño sienta algo fuerte, pídele que señale dónde está su termómetro. Esto le da una herramienta visual.
- Vean juntos “El elevador del Albie”, de estreno este mes en Edye: En donde los personajes descubren la resolución de problemas a través del maravilloso mundo del arte.
¿Cómo acompañar a un niño que aún está aprendiendo a expresar lo que siente?
- Ofrece seguridad incondicional. “Puedes sentir lo que sea, y está bien. Yo estoy aquí contigo.” Con estas palabras, le haces saber que no será juzgado.
- Crea rituales breves y seguros. Por ejemplo, al final del día, un pequeño “Momento de emociones”: “Cuéntame una cosa buena que sentiste hoy; ahora una cosa difícil que sentiste”. Hacerlo rutinario le da estructura sin rigidez.
- Acompaña con sensibilidad corporal y tono amable. A veces el niño no verbaliza, pero su actitud corporal lo dice todo. Un abrazo, un asiento al lado suyo, un “te escucho” con mirada.
- Música suave y luz tenue: Elige música relajante, con luz cálida y bajita. Si puedes acompañarlo de un ligero masaje en la espalda será mucho mejor. El yoga también es una gran herramienta para promover la relajación infantil y por lo tanto la autorregulación. En Edye, tenemos una producción original «Respira« ideal para ver y practicar en familia.
- Dale tiempo. Cada niño tiene su propio ritmo. No apures “¿por qué estás así?” con urgencia. A veces basta con decir: “Cuando quieras, aquí estoy para escucharte”.
Observa acompañándolo no presionando. La mejor manera de conocer a tu hijo es pasando tiempo de calidad con él. Tú acompañamiento amoroso, empático y respetuoso será la base para que el niño crezca con lo que llamamos inteligencia emocional infantil.
Recuerda que estás haciendo un gran trabajo, ayudar a tu pequeño a ser dueño de sus emociones, a que las nombre, las sienta y las exprese no es tarea fácil, pero eso también es parte del maravilloso viaje de ser padres.



