Criar a un hijo puede ser una de las aventuras más maravillosas de la vida… y también una de las más retadoras. Entre desvelos, pañales, berrinches, dudas y consejos contradictorios, muchas veces las madres (y también los padres) se sienten solas, desbordadas o inseguras. Pero ¿y si te dijera que no tiene que ser así? Aquí es donde entran las comunidades o tribus de crianza: esas redes de apoyo que pueden cambiarlo todo.

¿Qué son las comunidades o tribus de crianza?

Son grupos de madres, padres o cuidadores que se reúnen —en persona o virtualmente— para compartir experiencias, apoyarse emocionalmente, intercambiar consejos, y a veces, simplemente desahogarse. No se necesita tener un título en psicología para ser parte de una, solo ganas de acompañar y dejarse acompañar.

Estas comunidades pueden tomar muchas formas: desde grupos informales de WhatsApp entre mamás del parque, hasta círculos organizados en centros comunitarios, talleres o redes en línea. Lo importante no es el formato, sino el sentido de conexión y tribu que se genera.

¿Por qué son tan valiosas?

  1. Apoyo emocional real y sincero: Hablar con alguien que está pasando por lo mismo que tú —las mismas noches sin dormir, las mismas dudas sobre cómo poner límites sin culpa— te hace sentir acompañada. Saber que no estás sola disminuye el estrés y la ansiedad.
  2. Aprendizaje colectivo: Cada madre tiene su historia y sus trucos. Una te recomienda un libro que le cambió la vida, otra comparte cómo logró que su peque dejara el pañal sin dramas, según su estilo de crianza, y otra te dice que está bien no tener todas las respuestas. Juntas, se construye un conocimiento más rico y humano.
  3. Bienestar familiar: Cuando una madre se siente sostenida, relajada y menos presionada, lo transmite a su familia. Se crea un ambiente más amoroso, menos reactivo y más consciente. Una comunidad sana alrededor de ti impacta directamente en el bienestar de tus hijos.
  4. Redes prácticas: A veces la ayuda es concreta: alguien que te cuida a tu hijo una hora para que puedas ir al médico, quien te pasa ropa que ya no le queda a su peque, o simplemente una amiga con quien compartir un café y reírte del caos maternal.

¿Y si no tengo una comunidad cerca?

No te preocupes. ¡Puedes crearla! Aquí algunas ideas para empezar:

  • Haz la primera invitación: Un mensaje a otras mamás del kínder, de la zona donde vives, o del grupo de lactancia puede ser el primer paso. Algo tan simple como: “¿Les gustaría reunirnos una vez a la semana para compartir sobre crianza?”
  • Usa la tecnología a tu favor: Grupos de Facebook, chats de Telegram, reuniones por Zoom. Si no hay un espacio presencial disponible, las redes virtuales también nutren.
  • Propón un propósito claro: No tiene que ser formal, pero ayuda saber qué buscan: ¿Desahogo emocional? ¿Intercambio de recursos? ¿Acompañarse en la crianza consciente? El enfoque le dará sentido y dirección al grupo.
  • Sé constante, pero flexible: La crianza ya tiene muchas exigencias. Que el grupo sea un refugio, no otra carga. Si una semana no se puede reunir, no pasa nada. Lo importante es el vínculo.

Aunque a veces parezca que el mundo nos empuja a “poder solas”, la verdad es que nadie debería criar en aislamiento. Históricamente, las familias extendidas y las tribus eran la base del cuidado infantil. Recuperar ese espíritu comunitario, aunque sea entre amigas o vecinas, es un acto revolucionario… y profundamente humano.

Así que si estás leyendo esto y te sientes sola, abrumada o simplemente con ganas de compartir lo que vives como madre, este es tu recordatorio: mereces compañía. Búscala, acércate, propón. Porque en comunidad, la crianza se vuelve más ligera, más rica, y muchísimo más amorosa.

¿Y tú? ¿Ya tienes tu tribu? Si no, este puede ser el comienzo.

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