Desde pequeños, los niños observan y experimentan el mundo emocional. Una mascota les da un “otro” con quien interactuar, a quien cuidar, con quien comunicarse y sentir conexión.
Tener una mascota puede desarrollar herramientas sociales y cultivar muchas competencias emocionales en los niños. Aquí algunas de ellas:
Empatía: ponerse en los zapatos del otro
Cuidar de otro ser, alimentarlo, observar sus señales, atender sus necesidades ayuda al niño a “leer emociones” más allá de sí mismo. La empatía hacia los animales puede también trasladarse hacia la empatía hacia otros niños y adultos.
Autoestima y sensación de logro o de ser capaz
Cuando un niño logra cuidar de una mascota con pequeñas responsabilidades como dar de comer, bañar, jugar; se da cuenta de que es competente, que puede marcar la diferencia en la vida de otro. Esa sensación fortalece su autoestima.
Seguridad emocional y regulación afectiva
En momentos de angustia o tristeza, algunos niños encuentran en su mascota un consuelo silencioso: la cercanía, el acariciarlo y observarlo; puede calmar la tensión interna. El sentir la textura de algunos animalitos, puede dar calma y contribuir al estado de tranquilidad. El ronroneo de un gato puede beneficiar al sistema nervioso de los seres humanos.

Veamos cada una en profundidad:
Las mascotas ayudan a desarrollar la empatía
La empatía. La capacidad de reconocer lo que otro siente, no nace de la nada, sino que se va construyendo poco a poco. Las mascotas ofrecen varios puentes para que los niños practiquen esta habilidad:
- Observación de señales no verbales: darse cuando su mejor amigo de 4 patas está contento, asustado o cansado. Esta práctica enseña al niño a leer el lenguaje no verbal, que es esencial para la sana convivencia humana.
- Cuidado y responsabilidad compartida: si el niño participa en el cuidado de su mascota, aprende que depende de su atención. Protegerlo y tratarlo con cuidado y respeto.
- Comunicación continua: cuando el adulto junto con el niño reflexionan (“¿qué necesita tu gatito ahora?” “¿por qué mi perrito parece triste?”), se crea una costumbre de entender, identificar y hablar sobre las emociones, práctica indispensable en el desarrollo integral de los pequeños.
¿Y la autoestima y la seguridad emocional?
Para un niño pequeño, sentirse capaz y percibir que tiene un rol significativo contribuye muchísimo a su autoimagen. Aquí algunas formas en que la mascota ayuda:
- Tareas sencillas y concretas: dar alimento, cambiar agua, cepillar, acariciar. Tareas pequeñas que el niño puede hacer y ver el resultado inmediato.
- Reconocimiento y refuerzo: los cuidadores pueden reforzar esos logros (“qué bien lo hiciste”, “gracias por cuidar a tu mascota”) y conectar ese éxito con el afecto familiar.
- Apoyo emocional – presencia constante: la mascota puede “estar ahí” sin juzgar; su compañía puede convertirse en un elemento estable al cual el niño recurre en momentos de incertidumbre.
Esta sensación de que está “alguien conmigo” puede construir seguridad interior, especialmente cuando el niño atraviesa emociones nuevas o difíciles.
Al final del día, una mascota no solo deja huellas en el piso de la casa, ¡también las deja en el corazón de los niños! Ya sea un perrito juguetón, un gato curioso o incluso un pez que nada con calma, todos ellos tienen el poder de enseñar grandes lecciones con pequeños gestos.
Tener una mascota es una oportunidad para que los niños aprendan y desarrollen un sin fin de habilidades. Así que, si en casa hay una mascota, recuerda: no es solo un compañero de juegos … ¡es un maestro de vida!
Si todavía lo estás pensando, quizá sea buen momento de preguntarte: ¿qué tipo de amigo peludo (o escamoso) podría sumar más sonrisas y aprendizajes a la familia?
Porque a fin de cuentas, en la aventura de crecer, nada como tener un cómplice fiel que te acompañe ladrando, maullando o simplemente moviendo la colita. ¡Ah! Y para tener algunas ideas y disfrutar de historias llenas de ¡Patitas y colitas! te invitamos a ver con tus peques el especial de mascotas en Edye, aquí.


